viernes, 9 de mayo de 2008

Wherever I may roam


Like all great travellers, I have seen more than I remember, and remember more than I have seen. ~Benjamin Disraeli













Bueno, hace dos semanas que volví de Europa. Además de seleccionando, corrigiendo y subiendo a Picasa las miles de fotos que sacamos- de las cuales una gran cantidad son a la oscuridad, luces que se mueven, o mi dedo, pasé estos días pensando cómo retomar el blog, como vertir mis impresiones del viaje en un post maravilloso que ilumine a mis coterráneos sobre el ancho mundo de hoy, y que haga parecer a Marco Polo un viejo aburrido que no sale mucho de casa.

Pero no. No tengo una idea concreta, ni un mensaje trascendente que aporte nada nuevo a nadie. En parte confirmé las opiniones que tenía en la previa, las sorpresas fueron puntuales y no demasiado grandes. Aprendí un poco de historia, algunas palabras en idiomas nuevos, y aprendí un poco sobre mí mismo también, y sobre mi esquizoide forma de relacionarme con quienes me rodean. Experimenté (creo que todavía me dura) el aura de sinsentido que rodea el trabajo y las tareas rutinarias cuando uno vuelve de un viaje, algo especialmente complicado cuando no se está conforme con el trabajo en primer lugar.

Creo que la única conclusión definitiva es que no se puede conocer realmente un lugar visitándolo unos pocos días. Al final del día, la sensación de estar simplemente rascando la superficie de las cosas es inevitable, y un poco desmoralizante pensar que se está en un "trial period" que dura muy poco y para el que no tenemos la clave de registro (por ahora).
Ojo, no estoy diciendo que viajar como turista no valga la pena, aún con tiempo y plata tan limitados. Hay obras de la ingeniería y de la naturaleza que merecen ser vistas así sea una sola vez en la vida; las visitas fugaces dejan al menos una primera impresión que estimula la imaginación y sirve de fundamento para decidirse a una experiencia más profunda en el futuro; el ritmo de vida del mochilero genera una dinámica en el aprovechamiento del día que muchos no logramos en la rutina normal; y por sobre todas las cosas, la pasamos bárbaro durante la mayor parte del tiempo.
Pero siempre queda esa espina de estar viendo las cosas en cierta forma de afuera, ese vacío de ser uno más en una cola de turistas que esperan cámara en mano a que esa japonesa pelotuda termine de sacarse fotos delante de esa puta fuente tan famosa.

Y, a la vez, mi naturaleza bipolar me hace pensar en el que siempre vivió cerca de esa fuente y que siempre vió la ciudad de adentro, y si sabrá apreciarla de la misma forma que los que la vimos ayer por primera vez. Y cómo nosotros mismos no apreciamos lo que tenemos en casa de la misma forma que un visitante. Quizá lo mejor sea estar de los dos lados alguna vez.
Puta, el inconformismo humano. Cómo evolucionamos más allá de las rata-lagartos, siempre me parecerá un milagro.

Hay otras impresiones secundarias del viaje, sí, pero serán tema de próximos posts.

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