martes, 5 de agosto de 2008

La solución a todos los problemas, parte II

There is no worse tyranny than to force a man to pay for what he does not want merely because you think it would be good for him.
-- Robert A. Heinlein


Juan XXI tiene un campo, que estuvo en su familia desde que existen registros. Si este campo fue originalmente comprado al que pasara por Estado en su momento, o si simplemente un buen día vino Juan I, puso una cerca y declaró "éste es el feudo de los Juan", no se sabe y ya no importa. El campo es suelo fértil, pero a Juan no le importa mucho. Juan tiene unas cuantas vacas, que se alimentan del suelo y que producen suficiente carne para darle una ganancia. Invertir en mejorar la eficiencia de su suelo tal vez le daría mayores ganancias, pero no mucha. El costo de esta inversión sería un riesgo grande para él, y tendría que pagar muchos más impuestos. Juan no es demasiado ambicioso y decide que no vale la pena.
Un buen día Juan se entera que tendrá que pagar un impuesto mucho más alto por el terreno. De repente el campo le da pérdida. Pero así como subió enormemente este impuesto, bajaron todos los demás. Juan se da cuenta que la inversión inicial que necesita para maximizar el uso del campo es mucho menor al bajar el IVA, y que la amortizará aún más rápido gracias a las rebajas en los impuestos a los sueldos, las exportaciones, los combustibles y el mismo IVA. Juan se vuelve ambicioso, invierte y hace más plata, genera fuentes de trabajo, aumenta las exportaciones y mejora la balanza comercial del país. O Juan sigue sin ser ambicioso, y vende su terreno enseguida a una de las muchas empresa con capacidad y ganas de hacer esta inversión que empezaron a aparecer en el mercado desde que las leyes cambiaron.
Juan se queda con su apartamento en la ciudad, y como el resultado de su venta no alcanza a pagar el nivel de vida que pretende se busca un trabajo no demasiado calificado, pero que ahora le reporta un sueldo más que digno tanto en términos netos por la reducción del IRPF como en términos reales por la baja del IVA, y pagando una contribución compartida con los copropietarios del edificio y más que razonable para la infraestructura de su barrio.

El Impuesto al Valor del Suelo por un terrero se paga igual no importa el uso que se le dé al terreno. A diferencia de otros impuestos, al aplicarse sobre un bien de oferta absolutamente inelástica, la renta depende de lo que los ocupantes están dispuestos a pagar por el uso de la tierra, no por los costos del propietario, y su costo no es por tanto transferible a los ocupantes.


El Impuesto al Valor del Suelo es así de simple; y su implementación exitosa se basa en tres factores:
- Tiene que ser calculado de forma equitativa, y tiene que poder ser ajustado de forma lo bastante flexible para que refleje cambios en el valor de la tierra. (Algo que se debería aplicar a cualquier impuesto).
- Tiene que ser posible siempre determinar el propietario del suelo a quien le corresponde pagar la factura (Algo que no debería ser complicado en un país semi-desarrollado con un sistema legal coherente).
- Tiene que aplicarse gradualmente, buscando siempre el punto justo que permita asegurar un ingreso suficiente para el Estado y a la vez no genere una caída tan brusca en el precio de las tierras que éstas sean abandonadas (Un equilibrio que es alcanzable, y que estoy seguro que es más fácil de calcular que el IRPF).

A mi entender hay otro pilar tan importante como los demás, que pasa por el de la mentalidad del pueblo. Todas las implementaciones de este sistema tributario fueron exitosas en su momento, hasta que fueron anuladas o desvirtuadas por las tentaciones del Estado: mantener artificialmente altos los precios de la tierra para asegurar una recaudación alta, como en Hong Kong (a pesar de lo cual sigue siendo uno mejores ejemplos de este sistema en su actualidad); no disminuir los demás impuestos de forma acorde y usar el superávit para "responsabilidades sociales" como en Dinamarca - y acá tengo que hacer una corrección a mi post anterior, ya que pensaba que el sistema se aplicaba actualmente en Dinamarca, y de hecho sólo se aplicó unos 7 años a fines de la década del '60, aunque lo excepcional de sus resultados explica buena parte del estado de bienestar que el país mantiene hoy en día. Los otros Tigres Asiáticos, así como Estonia y algunos otros países chicos europeos, establecen una diferenciación clara entre el impuesto al valor del suelo y al del valor agregado, y perciben un porcentaje significativo de su recaudación del primero.

Pareciera ser algo sólo aplicable fugazmente y en países chicos, donde la tierra escasea y se la percibe como un bien fundamental y comunal; pero existen propuestas e implementaciones a nivel regional en países tan grandes como Australia.
Los intereses corporativos y las debilidades humanas han atacado este sistema implacablemente cada vez que intentó imponer, y aún cuando fue eventualmente anulado, los resultados producidos durante su breve período de implementación cuentan como sonoras victorias.

Somos débiles, somos egoístas, somos burros, pero de a poco nos damos cuenta de las cosas.
Un día nos terminamos de dar cuenta que nadie tenía el derecho divino de regir nuestras vidas, y las cabezas de los reyes cayeron.
Y un día nos vamos a terminar de dar cuenta que nadie tiene el derecho de decidir sobre el fruto de nuestro trabajo, y la cabeza de la langosta va a caer.

Donde exista un impuesto al ingreso, el justo pagará más, y el injusto pagará menos, por el mismo ingreso.
-- Platón